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dilluns, 7 de gener del 2013

La Piedra Partida y el Bosque Sagrado de Cirat

INTRODUCCIÓN:
Antes de subir la entrada al Blog, sobre la Ruta a la Piedra Partida, os dejo con esta Leyenda, que antaño muchos abuelos susurraban antes de dormir a sus nietos, en muchos poblados del Valle del Mijares.


El Bosque Sagrado y La Piedra Partida


Año 215 ac., un viento helado sacude con fuerza el Valle del Mijares, las tropas Romanas se adentran desde las fértiles tierras de la Plana, río arriba, avanzan sin pausa en busca de buena madera para abastecer de lanzas, arcos y flechas a sus aguerridos soldados, hace ya 12 meses que Anibal había conseguido afamada victoria en la Batalla de Cannas (Apulia), y ahora los hermanos Escipiones  después de sendas victorias en Capua y Siracusa se disponen a recuperar Sagunto.

Conforme avanzan por el Udiva, como así conocían al Mijares los Edetanos e Ilercavones que compartían este territorio fronterizo para ambos pueblos, los romanos iban apropiándose sin miramiento de víveres y materias primas, reprimiendo cualquier insurgencia de los pobladores indígenas, alguien les reveló , a cambio de indulgencia, los magníficos portes de “Taxus” que se erguían en un sombrío y encaramado Barranco más allá de la aldea de Abaiturí (uno de los nombres primigenios de CiRAT), advirtiendo que el acceso era imposible si no se conocían los pasos entre los roquedos, y que los espíritus de la Tierra moraban al cobijo de sus profundas y milenarias raíces, además la espesura de su ramaje eternamente verde quedaba oculta por una la bruma al ocaso del día.
Los soldados estaban bajo el mando de uno de los más fieles discípulos de Escipión, tenía como misión encontrar las mejores maderas y se encaprichó de aquel bosque de Tejos tan afamado por los nativos.

 Al llegar a un ensanche del Mijares, cuya vega resplandecía de trigo y cebada, sobre un promontorio rocoso, se alzaba Abaituri, los pobladores de la aldea alertados por las comunidades vecinas de los propósitos de los contingentes romanos, habían dejado en silencio y sin alma el poblado….los soldados romanos desconcertados se preguntaban donde estarían los hombres, las mujeres y los niños….Habrían huido alentados por el miedo, se decían los unos a los otros.

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El mayor de todos los moradores de Abaituri, el más sabio, aquel que había recorrido las tierras del Norte de Hispania y en su juventud conversó con los druidas Celtas de las montañas Cantabras, hacía ya días que andaba inquieto, se le vio visitar las rocas grabadas de la Cuevonda y del Barranco de las Salinas, ofreciendo sacrificios a los Dioses para obtener la clarividencia oportuna sobre los hechos futuros, pero no obtuvo respuesta alguna.





En una de las noches previas a la llegada de las huestes romanas, un resplandor centelleó entre el Poblado y la Piedra del Mediodía, cuando el guía de la Aldea se acercó al lugar, observó un grabado en la base de una gran piedra de arenisca, una semiesfera cubierta de agua y una especie de canal atravesándola de SO a NE.



La noche previa a la aparición de los romanos, el guía reunió a todos los habitantes alrededor de una hoguera, les explicó las luces centelleantes y el grabado encontrado, sin duda era un Mapa, la cazoleta repleta de agua, mostraba el Manantial mayor del poblado, y el canal era el Barranco que cruza la Fuente de agua, Barranco conocido como de los Taxos, por que en su parte culminante se encontraba el bosque sagrado.

Los dioses querían que fueran allí, sin dudarlo ni un segundo recogieron lo necesario y se inmiscuyeron en la montaña, remontaron el primer tramo del Barranco del Taxo y penetraron en las entrañas de la montaña por una cueva cuya entrada es todavía un misterio, hasta ahí llegan las leyendas de la tradición oral.


 Parece ser que los Romanos dieron con el Barranco del Taxo, construyeron una senda enlosada para salvar todos y cada uno de sus saltos, bordeando los precipicios, aferrandose a los paredones calizos, 20 días les costó pavimentar el camino con la propia roca, desde el punto más bajo , hasta el bosque sagrado de Taxos, talaron sistemáticamente cada uno de los troncos milenarios de aquel recóndito Valle, así como había pasado ya con otros bosques de Hispania. 
Con la retirada del contingente romano, el Bosque había desaparecido, quedando a la vista la senda empedrada que dio nombre desde entonces al Barranco, “El de la Losa”, semejante hecho pasó en otros lugares como Losa del Obispo y Llosa de Ranes, la impronta de las calzadas y caminos romanos pasaron a formar parte de la toponimia.
Los romanos que talaron aquel Bosque, pensaron que los nativos habían huido hacia poniente, pero si recorremos en la actualidad el valle antaño ocupado por el Bosque Sagrado de Tejos, en una de las laderas de la vertiente Sur, una brecha resquebraja la roca pareciendo salir de las mismas entrañas de la montaña, y en su interior, siempre a la sombra, encontraremos un valioso legado de aquellos días, la Naturaleza quiso dar una segunda oportunidad a aquellos Tejos guardianes del tiempo, y con las hojas siempre verde, de profundas raíces y ramaje espeso podremos contemplar algunos ejemplares de Tejo, reliquia de lo que un día fueron estos parajes.
Sobre los Iberos que habitaban Cirat, muy poco se sabe, pero en la partida conocida como “las Cruces”, cerca de la Piedra del Medio día, al lado del camino de Rosaire, podremos ver una cazoleta cruzada por una brecha, grabada sobre un enorme bloque de arenisca. 



A mitad del Barranco de la Losa, esta la Fuente de la Carrasca, manantial que abastece a todo el pueblo de Cirat , y en la parte alta del Barranco, en la ladera Sur, la Piedra Partida alberga los últimos Tejos de Cirat,  patrimonio natural de valor intangible, que es responsabilidad de todos legarlo a las futuras generaciones.






 FIN